Bogeria fiscal

Article d’Antoni Durán-Sindreu, membre del comitè directiu d’Units per Avançar i coordinador del programa econòmic publicat a Expansión.

Locura fiscal

El modelo fiscal de un país habría de ser el reflejo del modelo de sociedad al que sus ciudadanos aspiran. Desgraciadamente, las necesidades de recaudación hacen casi imposible que el objetivo se cumpla, aunque se procura, eso sí, que los principios constitucionales en materia tributaria se respeten.

A pesar de ello, no me resisto a renunciar a mi modelo ideal. Si bien todos anhelamos el bien común, el concepto que cada uno de nosotros tenemos del mismo es distinto. Sin embargo, estaremos de acuerdo que el trabajo digno es nuestra principal contribución social.

Un trabajo digno no sólo exige un salario digno, sino un reconocimiento y respeto mutuo a la aportación que cada uno de nosotros hacemos en la cadena de valor de producción, distribución, y venta, de cualquier producto o servicio.

Sea cual sea nuestra formación o profesión, todos aportamos valor. Es el resultado de la suma de conocimiento, esfuerzo, compromiso, innovación, investigación, humildad, experiencia, cooperación, respeto, y un largo etcétera que contribuye al desarrollo y perfeccionamiento de la persona y al progreso humano.

El Covid, sin ir más lejos, es un extraordinario y olvidado ejemplo de ello. Ese necesario reconocimiento del “valor” que todos aportamos es transversal. Me refiero a que no sólo ha de presidir la relación empresa-empleado, sino todo tipo de relación humana.

Desde esta perspectiva, una economía al servicio del bien común exige un reparto justo de los beneficios asociados a la cadena de valor a la que todos contribuimos. Y significa, también, que la economía en sí misma tenga por objetivo el bien común; esto es, que su contribución social tenga como finalidad el progreso personal y humano.

Se trata, en definitiva, de que el crecimiento económico permita un mayor bienestar al conjunto de la sociedad. Esto exige promover y proteger la creación de riqueza fruto del trabajo, sea por cuenta ajena, o por cuenta propia.

Sin embargo, la fe ciega en el mercado produce un crecimiento económico con distribución desigual de la riqueza, favoreciendo más a quien más riqueza tiene. Pero, además, la obsesión por la ganancia inmediata y la mal entendida maximización del beneficio fomenta la especulación y el abuso. La consecuencia de todo ello es un modelo que no prioriza ni premia la creación de riqueza fruto del trabajo.

A mayor abundamiento, si el objetivo es maximizar el bienestar del consumidor, sus consecuencias producen también desequilibrios en nuestro ecosistema, olvidando que el bien común requiere un necesario equilibrio con el mismo.

¿Y qué tiene que ver la fiscalidad con esto? Pues que ésta ha de ser el reflejo del modelo de sociedad al que aspiramos. Y si este último pone su acento en el bien común, todo nuestro ordenamiento económico y social ha de poner su acento en promover la riqueza procedente del trabajo, discriminándola positivamente respecto a la que proceda de la especulación o de la riqueza cuya contribución social al mismo se aleja de nuestro estándar de sociedad.

Bien común

Una fiscalidad orientada al bien común requiere aliviar la carga fiscal de quienes aportan riqueza a través de su trabajo, e incrementar la que grava la riqueza no productiva, y la especulativa.

Pero requiere, también, una fiscalidad verde que prime la contribución a un ecosistema más sostenible, y una muy amplia reflexión sobre otras importantes cuestiones; por ejemplo, la posibilidad de introducir progresividad en el Impuesto sobre Sociedades, o, en su caso, de aplicar impuestos adicionales sobre sectores específicos cuya contribución social no proviene esencialmente del trabajo, sino de otras variables ajenas al mismo.

También la necesidad de replantear la fiscalidad de los beneficios no distribuidos y de los activos no productivos; la urgencia en resolver el problema de la elusión fiscal a través de sociedades; la importancia de promover la familia y todas las instituciones y organizaciones intermedias; la relevancia capital de la colaboración público-privada, etc.

Pero promover la riqueza procedente del trabajo exige igualmente promover la libre competencia a través del fomento del trabajo autónomo, de las pymes, de la colaboración, de la economía circular, del cooperativismo y del crecimiento económico basado en el “valor” que el trabajo y la cooperación mutua aportan a la cadena de valor. En definitiva, un replanteamiento global de nuestro orden económico y social con la finalidad de adaptarlo a ese modelo concreto de sociedad.

Una vez diseñado el nuevo sistema fiscal, es posible que los números “no cuadren”. Pero antes de descartarlo, hay que analizar si éstos pueden cuadrar aumentando el IVA y compensando a los más vulnerables a través de ayudas directas.

Sea como fuere, no me hagan demasiado caso. Los fuertes calores del verano me han enloquecido. Mi modelo ideal no es mas que una locura fiscal.

La fiscalidad debe de ser el reflejo del modelo de sociedad al que aspiramos

Antonio Durán- Sindreu Buxadé

 

 

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