Amb IVA o sense?

Article d’Antonio Durán-Sindreu, membre del comitè directiu d’Units per Avançar i coordinador del programa econòmic, publicat a  El Economista.

Opinió 15 de setembre de 2023

¿Con o sin IVA?

Una pregunta: ¿se acuerdan del fontanero que le preguntó al Sr. Borrell, exsecretario de Estado de Hacienda, si quería la factura con o sin IVA? Mucho ha llovido desde entonces, pero la pregunta continúa siendo de actualidad. ¿Y qué se responde? Pues depende. Hay quien contesta “sin IVA”, y hay quien contesta “con IVA”.

Quienes contestan “sin IVA”, son personas que presumiblemente no cuestionan la existencia de los impuestos, pero que ven una oportunidad para reducir el precio de su factura.

Se trata de personas que, sin perjuicio de su situación económica, no tienen muy interiorizado que su actitud personal perjudica a la sociedad en general, porque los recursos para sufragar las necesidades en educación, salud, prestaciones públicas, etcétera, son menores.

El resultado, desgraciadamente, es que casi nadie paga por convicción, si no, más bien, por resignación, o, mejor, por “miedo”

Se trata, por tanto, de una repuesta egoísta, insolidaria, e ilícita. Es, además, un acto de colaboración con el fraude. Su actitud puede también obedecer a una cruzada personal contra el Gobierno de turno. De ser así, su negativa al IVA no es la solución. Ejercer su derecho al voto, sí lo es. Esto es la democracia.

Otros se niegan a pagar el IVA porque los ricos son quienes han de pagarlos. Se trata, una vez más, de una cruzada personal contra el sistema. De personas que aplican la justicia social por su cuenta y riesgo. Pero quienes responden “con IVA”, tampoco lo hacen todos por convicción o solidaridad, sino porque “temen” el control de Hacienda. Son personas que pagan por miedo y no por convicción.

El resultado, desgraciadamente, es que casi nadie paga por convicción, si no, más bien, por resignación, o, mejor, por “miedo”. Personas que, si tuvieran la seguridad de que no pagar el IVA no tendría ninguna repercusión “personal”, no lo pagarían. Es obvio que tales conductas reflejan una falta de cultura tributaria. ¿Y de quién es la culpa? Pues de todos, pero fundamentalmente, de quienes nos gobiernan. Y lo es por varios y muy distintos motivos.

Primero, porque el ejemplo que determinados referentes sociales transmiten a la ciudadanía no es precisamente el adecuado. Recordemos, por ejemplo, el caso del president Pujol, del Rey Emérito, del ex banquero Mario Conde, del exministro Rodrigo Rato, de Millet (caso Palau), de Núñez, expresidente del FC Barcelona, de Isabel Pantoja, de Lola Flores, de Messi, y de un largo etcéteras.

La irresponsable actitud de los diferentes Gobiernos de no priorizar políticas que expliquen de forma proactiva, machacona, sencilla, inteligible, y transparente, el destino de los impuestos

Sin ejemplaridad pública, el fraude no se reduce. Segundo, porque el mensaje de que el sistema tributario castiga a las rentas bajas y medias, y que los “ricos” no pagan lo que deberían pagar, tiene efectos negativos. Mensaje que, siendo cierto, o mejor, una verdad a medias, hay que medir muy mucho. Y tercero, porque la errónea percepción de un fraude generalizado hace que determinadas personas se tomen la justicia por su cuenta.

Pero si algo contribuye más a esa insolidaria e ilícita actitud, es la irresponsable actitud de los diferentes Gobiernos de no priorizar políticas que expliquen de forma proactiva, machacona, sencilla, inteligible, y transparente, el destino de los impuestos. Es necesario “visualizarlo”. Y visualizarlo, “en nuestro caso en particular”.

Personalmente, siempre que utilizo un servicio público, como la sanidad, procuro reflexionar sobre el coste que para la Administración tiene el servicio que me han prestado, o mejor, cuánto tendría que haber pagado si hubiese acudido a un centro privado. Y así, servicio a servicio. Radiografía, a radiografía. Resonancia, a resonancia. Medicamento, a medicamento.

Sería muy didáctico, por ejemplo, que se emitiera una factura por el servicio prestado, o que se informara de su coste

Podremos estar disconformes con el trato recibido, pero el coste del servicio es el que es. No se trata de que sea gratuito. Se trata precisamente de que no lo es.

Es también necesario explicar, de forma clara e inteligible, que muchos servicios públicos son deficitarios porque una parte de su coste se sufraga con impuestos

De que su coste se sufraga a través de impuestos. De que es un derecho que tiene “coste”. Y todo derecho, implica una reciproca obligación. Sería muy didáctico, por ejemplo, que se emitiera una factura por el servicio prestado, o que se informara de su coste. Se trata de que el ciudadano visualice en primera persona el retorno de sus impuestos. Y así, en todo. Guarderías, educación, sanidad, transporte público, etc.

Es también necesario explicar, de forma clara e inteligible, que muchos servicios públicos son deficitarios porque una parte de su coste se sufraga con impuestos. Por ejemplo, el transporte público. Falta, pues, una actitud proactiva, insistente, y didáctica, en explicar cuánto nos cuesta el sostenimiento del Estado del Bienestar.

Es también necesario explicar que las autopistas, por ejemplo, no son gratuitas. Que se han de mantener. Y que su coste se sufraga igualmente mediante impuestos.

Pero hay que explicar también, que la autopista en cuestión no se ha construido por capricho personal de nadie, sino por el retorno que representa en términos de movilidad, transporte, y crecimiento económico. Y explicarlo con números. Con hechos.

Falta, también, verdaderos debates cívicos, y no ideológicos, sobre los impuestos y su destino. Falta, en definitiva, cultura tributaria. Educación tributaria. Recuerden, por ejemplo, los trágicos y conmovedores anuncios televisivos de la Dirección General de Tráfico.

El fraude o la elusión se combate también con educación. Con debate cívico. Con cultura. En definitiva, los impuestos no se pagan tan solo por obligación, o mejor, por miedo. Se pagan porque su destino es el bien común. Son nuestro compromiso como sociedad.

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